miércoles, 16 de mayo de 2012

ADELA GARCÍA SALABERRY, LA POETA y LOS DERECHOS CIVILES DE LA MUJER - 1926

En el periódico EL PLATA del 29 de agosto de 1926, se dio la siguiente noticia sobre la escritora y militante de los derechos de la mujer:
Adela García Salaverry retrato de Emilia Bertolé.
 ADELA GARCÍA SALABERRY
La poetisa y periodista fue juzgada en el penúltimo número de «El Hogar» de forma altamente satisfactoria. La popular revista argentina le dedica una página, con la trascripción de sus mejores versos.
Los valimientos intelectuales de la talentosa. Directora de nuestra su­cursal en Bernal han sido una vez más confirmado. A su vez la excelente revista de arte Tarrega; en su edición de Ju­lio, publica una encantadora poesía de Adela García Salaberry, que evo­ca un pedazo de nuestra tradición, el más bello, y comprensivo y sen­cillo, de sus' versos, titulado “El alma del Pericón”. EL PLATA lo publicará ilustrado en el primer gran anuario que editaremos en diciembre.
En el mismo número de dicho periódico se publicó esta nota de la escritora bernalense, bajo el título:

NOTAS Y COMENTARIOS DE ACTUALIDAD

LOS DERECHOS CIVILES DE LA MUJER
"Actualmente la Cámara Nacional de Diputados tendrá a su consideración una reforma de alta importancia: Equiparar los derechos civiles de la mujer con su compañero el hombre.
Es realmente un absurdo imperdonable que en el grado de progreso en que se halla la República Argentina, la mujer se encuentre en el Código Civil como una menor o un idiota.
Nada podríamos agregar, que explique con mayor exactitud la necesidad de que esta reforma primordial se incorpore, a la brevedad posible, a nuestra legislación civil, pues la mujer argentina está dando pruebas evidentes, de su capaci­dad mental y de su actividad consciente para invadir todos los campos de la labor y de la responsabilidad moral.
El puesto que la Humanidad le otorga la so­ciedad no puede negarle. La mujer argentina está cansada de su esclavitud.
“Compañera te doy y no esclava” dice el sacerdote la desposado y cuando al dibujar con el canto de su mano un cruz en el espacio, ha consagrado la unión, la desposada se ha convertido en la esclava de su marido, por imperio de la ley. Desde ese momento deja de ser una voluntad.
En la esclavitud legal pierde la mujer al unirse en matri­monio la capacidad civil de administrar  sus bienes y de reali­zar todos los actos de fa vida civil; la convierte el matrimonio, por imperio de la ley, en niña o incapaz; no puede vender lo suyo, no puede comprar con lo suyo sin el beneplácito de su marido hombre o de un juez hombre; así haya hecho o acrecido su fortuna mientras soltera o mientras viuda, ya se case con un imbécil o con un truhán...
Si desgraciada en su hogar marital demanda o es demandada por divorcio, entonces admiraos e indignaos conmigo, el juez hombre la saca de su casa y la deposita en casa honesta, lo mismo que se deposita en el establo de un tercero la vaca cuya propie­dad disputan dos pastores.
Ejerce la patria potestad sobre los hijos que gestó en sus en­trañas en segundo término, y si por viudedad tomare la absoluta dirección y administración de la persona y bienes de sus hijos ¡Qué no vuelva a buscar compañero, porque entonces la ley no atreviéndose a imponerle la castidad “ad-vitam”, castigará sus segundas nupcias, quitándole la patria potestad sobre sus hijos, para entregarlos a tercero a quien el juez se le antoje nombrar tutor ¿Y esa tutela puede recaer en las tías de los menores, o en las amigas íntimas de la casa? ¡No! ¡Qué disparate! Las leyes argentinas siguiendo a otras de países declaran incapaces a las mujeres para tutelar a los niños...
No concluiría nunca de señalar las disposiciones legales, tan ilegales que establecen la inferioridad de la mujer argentina con relación al hombre  en el ejercicio de sus derechos civiles.
Por todas estas injusticias e insanos prejuicios, esperamos que en esta emergencia nuestros legisladores con un sentimiento vi­goroso que los eleve y ennoblezca  subsanen tantos errores, y co­loquen en equilibrio justiciero a la pareja humana ante la ley.
No podría acallar este tópico, sin recordar en ésta fecha inolvidable, cuatro años de la desaparición material del nunca bien ponderado paladín y defensor elevado de la causa legal de la Mujer, el doctor Enrique DeI Valle Iberlucea. [1] ¡Cuatro años hace que ha desaparecido este ilustre obrero del progreso, este leal educa­dor de la verdadera democracia, este noble e hidalgo defensor de los derechos de la Mujer! Cuatro años que ha cesado su acción constructiva, su acción decisiva y humana de libertad de abnegación, de fraternidad, de desinterés, de igualdad, de amor universal...
El nombre de Enrique Del Valle Iberlucea surge en esta hora en que se discute en el Parlamento Argentino los derechos civiles de la Mujer, como un fado de luz clarísimo, iluminando con justicia todas nuestras ambiciones.
¡Sea este recuerdo, el supremo homenaje de los corazones femeninos y que tenga resonante vibración de afectuosa gratitud para el espíritu inmortal de ese genial luchador!"

ADELA GARCÍA SALABERRY
Agosto de 1926.

Esta reivindicación que hace Adela y la de muchas otras mujeres en lucha tuvo algún resultado positivo:
La ley 11.357  del año 1926, acordó a la mujer la facultad de administrar y disponer el producido de las actividades que desarrollara, así como de los bienes que con esos ingresos adquiriera, y también la facultad de administrar y disponer a título oneroso de sus bienes propios  y los que les correspondan en caso de separación judicial de los bienes, lo cual fue modificado por la ley 17.711 en que se estableció en el art. 1276 la libre administración y disposición de sus bienes propios y de los gananciales adquiridos con su trabajo personal o por cualquier otro título legítimo.

Novela biográfica sobre la vida de Adela García Salaberry escrita por la profesora Stella Maris Bertinelli de Ingoloti

Compilación Prof. Chalo Agnelli
Colaboración Mora Camarero Deprati de Barati 
NOTA

[1] Nacido en España en 1877. Llegó a la Argentina en 1885. Se radicó en Rosario, donde completó sus estudios secundarios y comenzó a destacarse por su espíritu combativo e inquieto, ávido de cultura y acción. A poco de obtener su diploma de abogado en Buenos Aires publicó un trabajo al que titula “Fundamentos científicos del divorcio”. Por entonces los problemas relativos a la emancipación de la mujer y la lucha por su igualdad con los hombres, convocan sus mayores esfuerzos. Es así entonces que el Centro Socialista Femenino lo invita a afiliarse al Partido en 1902. Murió a los 44 años de edad el 30 de agosto de 1921.


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